lunes, 19 de noviembre de 2012

Caperucita Roja por Gabriela Mistral. Editorial Amanuta



Título: Caperucita Roja por Gabriela Mistral
Autor: Gabriela Mistral
Editorial: Amanuta
Año: 2012

Gabriela Mistral escribió, entre 1924 y 1928, cuentos infantiles versificados, inspirada en los cuentos de Charles Perrault, escritos en el siglo XVII. Estos cuentos son: Caperucita Roja, La Cenicienta y La Bella Durmiente. Además, agregó Blanca Nieve en casa la casa de los enanos inspirada en el cuento de los hermanos Grimm, escrito en Alemania en el siglo XIX. La editorial chilena Amanuta tomó estos 4 relatos para publicarlos de forma independiente en su colección Poesía Ilustrada.
Sobre las adaptaciones, Amanuta escribe en su sitio: “Gabriela Mistral respeta los originales, sin dulcificar ni cambiar los finales. Emplea un vocabulario muy rico y un lenguaje lleno de matices, lo que hace que sean apreciadas tanto por el niño como por el adulto”.
Otra de las novedades de estos 4 libros (sólo Caperucita y Blanca Nieve ya están disponibles) es que tienen portadas hechas en serigrafía a 4 colores sobre cartón piedra.

  



Caperucita Roja visitará a la abuela
que en el poblado próximo sufre de extraño mal.
Caperucita Roja, la de los rizos rubios
tiene el corazoncito tierno como un panal.
A las primeras luces ya se ha puesto en camino
y va cruzando el bosque con un pasito audaz.
Sale al paso Maese lobo, de ojos diabólicos.
“¡Caperucita Roja, cuéntame a dónde vas!”.
Caperucita es cándida como los lirios blancos.
“Abuelita ha enfermado. Le llevo aquí un pastel
y un pucherito suave, que se derrite en jugo.
¿Sabes del pueblo próximo? Vive a la entrada de él”.
Y ahora, por el bosque discurriendo encantada,
recoge bayas rojas, corta ramas en flor.
Y se enamora de unas mariposas pintadas
que le hacen olvidarse del viaje del Traidor.
El lobo fabuloso de blanqueados dientes
ha pasado ya el bosque, el molino, el alcor,
y golpea en la plácida puerta de la abuelita
que le abre. ¡A la niña, ha anunciado el traidor!
Hace tres días la bestia no sabe de bocado.
¡Pobre abuelita inválida, quién la va a defender!
… Se la comió riendo toda y pausadamente
y se puso en seguida sus ropas de mujer.
Tocan dedos menudos a la entornada puerta.
De la arrugada cama, dice el Lobo: “¿Quién va?”.
La voz es ronca. “Pero la abuelita está enferma”,
la niña ingenua explica. “De parte de mamá”.
Caperucita ha entrado, olorosa de bayas.
Le tiemblan en las manos gajos de salvia en flor.
“Deja los pastelitos; ven a entibiarme el lecho”.
Caperucita cede al reclamo de amor.
De entre la cofia salen las orejas monstruosas.
“¿Por qué tan largas?”, dice la niña con candor.
Y el velludo engañoso, abrazando a la niña:
“¿Para qué son tan largas? Para oírte mejor”.
El cuerpecito tierno le dilata los ojos.
El terror en la niña los dilata también.
“Abuelita, decidme ¿por qué esos grandes ojos?”
“Corazoncito mío, para mirarte bien…”
Y el viejo Lobo ríe, y entre la boca negra
tienen los dientes blancos un terrible fulgor.
“Abuelita, decidme ¿por qué esos grandes dientes?”
“Corazoncito, para devorarte mejor…”
Ha arrollado la bestia, bajo sus pelos ásperos
el cuerpecito trémulo, suave como un vellón,
y ha molido las carnes y ha molido los huesos
y ha exprimido como una cereza el corazón.


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